sábado, 7 de julio de 2007

3600 miradas que se apagaron

viernes, 6 de julio de 2007

A cien años de la masacre

A fines del año 1907 la situación de los trabajadores del norte se hizo insostenible, la población de Iquique era de 110.000 habitantes, de los cuales 40.000 era obreros salitreros, incluyendo 13.000 extranjeros (peruanos y bolivianos en su mayoría). La desvalorización de los salarios (las fichas con las que les pagaban habían sido devaluadas en un 40%) las condiciones inseguras de trabajo, (los cachuchos y las detonaciones de dinamita mutilaban y lisiaban trabajadores a diario) los castigos físicos (la utilización del “cepo”), el abuso de las pulperías (donde los trabajadores estaban obligados a cambiar las fichas por alimentos), el desconocimiento de las tarifas de los trabajadores portuarios que embarcaban el salitre, etc. Motivaron el movimiento huelguístico más grande que se hubiera conocido en el norte salitrero.

El 4 de diciembre de 1907 los obreros del ferrocarril salitrero paralizaron sus faenas, el 9 lo harían los trabajadores portuarios, los días siguientes se unieron los trabajadores de las oficinas “Alianza”, “San Lorenzo” y “Zapiga”, reuniéndose en el poblado de San Antonio, desde donde inician su marcha a pie a Iquique para presentar sus peticiones a las autoridades. El 14 de diciembre había 30 oficinas salitreras paralizadas.

El 16 de diciembre los huelguistas se reúnen en la escuela fiscal Domingo Santa María y nombran una directiva común, compuesta por 20 delegados de los obreros de la pampa, 16 delegados de los gremios de Iquique afiliados a la unión mancomunal obrera y dos delegados del centro obrero de Estudios Redención, designando el siguiente directorio: José Briggs presidente, Luis Olea, Manuel Altamirano vicepresidentes, y José Morales tesorero. Presentaron su petitorio a las autoridades, los patrones se comprometieron a dar respuesta pero exigieron el previo regreso de los trabajadores a la pampa y a la reanudación del trabajo.

El martes 17, la paralización de la ciudad se generalizo e hizo su llegada el crucero Blanco Encalada con tropas del regimiento Rancagua. El día 18 lo hizo el crucero Esmeralda con tropas del regimiento de artillería de Valparaíso. El día 19 el buque Zenteno con el “Regimiento O’Higgins”, reforzando la tropa y trayendo además al general Silva Renard y al coronel Ledesma encargados de dirigir la milicia y al intendente titular Carlos Eastman, con claras instrucciones del gobierno de reprimir a los manifestantes.

La presencia militar no impidió que siguieran llegando grandes grupos de trabajadores a sumarse al movimiento, despoblando la pampa y concentrándose en torno a la escuela y a la plaza Montt de Iquique, en un número mayor a 20.000 personas (incluyendo mujeres y niños). La noche del 20 se declaro estado de sitio y el día siguiente el intendente intentaría una débil mediación, que fracaso ante la negativa de los patrones, que exigían la reanudación de las faenas y que los huelguistas abandonaran Iquique.

El sábado 21 de diciembre a las 13:00 hrs., El general Silva Renard ordeno a los huelguistas que debían hacer abandono de la escuela y dirigirse al hipódromo, orden que fue rechazada. Los cónsules de Perú y Bolivia intentaron mediar y pese a lograr el acuerdo que permitiera la retirada de los trabajadores peruanos y bolivianos, estos se negaron a hacerlo y permanecieron firmes en su actitud unitaria. A las 14:30 hrs. una comitiva de oficiales insistió en la orden, la que fue nuevamente rechazada. A las 14:45 hrs. mientras parlamentaba una segunda comisión militar, la tropa que rodeaba el lugar abrió fuego, seguidas por las ametralladoras del buque esmeralda que había sido trasladada al lugar, consumando la matanza.

Fueron los trabajadores de la salud y los bomberos de la compañía peruana Nº 10 bajo las ordenes directas del cónsul de ese país, los que recogieron a los heridos y los cadáveres, consecuencia de tan brutales hechos. Al día siguiente, los sobrevivientes fueron conducidos a la pampa en carros del ferrocarril, sin recibir ninguna asistencia, como si fueran animales.

El cónsul Británico denunció el 22 de diciembre, que dos solados que apoyaron a los huelguistas murieron junto a ellos y que un número no determinado, fue fusilado esa madrugada, por negarse a cumplir las ordenes. Armando Jovet Angevin, suboficial del “Regimiento Carampangue”, padre del historiador Julio Cesar Jovet, declaro que tan solo en el primer turno de entrega de cadáveres, en que le correspondió trabajar, entregaron más de 900 cuerpos.